12 razones para amar el idioma más difícil (2ª parte)

„Segunda parte de las dificultades por las que pasa todo español que resida en un país que no sea hispanohablante. Si además vive en Hungría o en Europa Central u Oriental, lo entenderá mejor aún.” − reflexiones sobre la lengua húngara por Antonio Pérez-Hernández Durán, consejero cultural de la Embajada de España en Budapest.

7.

El húngaro es un idioma aglutinante. La gramática es el verdadero caballo de batalla de este idioma por un motivo muy sencillo: el húngaro tiene la riqueza (o la desgracia) de formar palabras a base de concatenar sufijos y de sumar una veintena de declinaciones. Valga como ejemplo el récord a la palabra más larga: “megszentségteleníthetetlenségeskedéseitekért”, cuyo significado sería algo así como “por su comportamiento continuo como si no pudiese ser profanado“.

8.

Tampoco exageremos, algo se entiende aunque sea poco. Las pocas palabras cuyas raíces son reconocibles son aquellas de raíz latina que el húngaro preserva. Así, no es raro cazar en medio de las conversaciones algún “fantasztikus”, un “abszolút”, un “probléma” o incluso entender los meses del año “Január, Február, Március, etc.”. No sé si vendrá de los tiempos en los que las misas se impartían en latín o de cuando la comunicación entre ministerios en tiempos de la monarquía austro-húngara se llevaba en la lengua de Roma, pero ahí quedó el legado. La antigua Pannonia aún pervive.

9.

Tiene (tuvo) su propio alfabeto. Fue un sistema de escritura llamado “rovásírás” (escritura rúnica) usado por los magiares en la Alta Edad Media que a día de hoy ha caído en desuso por completo salvo en algunos pequeños pueblos que marcan su nombre con este sistema en la entrada.

10.

Es un idioma discursivo. Un especialista de la literatura húngara, Antal Szerb, decía que “la mente húngara tiende al monólogo más que al diálogo”. Otro historiador, John Lukacs, completaba esta teoría afirmando que “el idioma húngaro tiene un carácter declarativo; (…) es una lengua más racional que mística, más lírica que metafórica”, cuya aplicación al discurso público tiende al abuso de la retórica y a “una escasa inclinación a buscar el provecho en el diálogo”.

11.

Hollywood se rinde a los magiares. Parece un chiste pero varias películas y series de televisión han recurrido al húngaro a la hora de ponerle un idioma ficticio a alienígenas, demonios o robots. Por citar algunos ejemplos, la jerga de la futurística Blade Runner es un compendio de húngaro al igual que las palabras que balbucea Anthony Hopkins cuando aparece poseído en El Rito o el idioma de uno de los planetas de La Guerra de las Galaxias.

12.

Lo hablan 12 millones de personas repartidos en seis países. La Hungría actual solo supone algo más de una tercera parte de lo que fue en tiempos de la monarquía austro-húngara antes de 1918, razón por la cual aún quedan numerosas bolsas de poblaciones hungarófonas fuera de las fronteras actuales, gran parte de la cual se encuentra en la región rumana de Transilvania. En total, no son muchos los hablantes, solo un 0,3% de la población mundial, quizás de ahí que quien lo hable tienda a sentirse especial.

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